Con
un cuchillo se despojan de la cáscara, y para mondarlas de la piel
interior se echarán en una cazuela con agua hirviendo, poniéndolas
a cocer a fuego vivo hasta que el pellejito pueda desprenderse fácilmente
(aproximadamente unos cinco minutos de hervor).
Sáquense
entonces dos o tres (en caliente se mondan mejor) y pélense.
Una
vez peladas, lávense con agua fría (no es indispensable) y pónganse
en una cacerolita, agregándoles la leche hirviendo y la vainilla;
tápense y cuézanse a fuego lento o al horno moderado hasta que estén
bien blandas (aproximadamente 40 ó 50 minutos), y mientras cuecen
no se removerán.
Generalmente
están cocidas cuando hayan absorbido toda la leche; pero si después
de hacerlo se conservaran duran aún, habrá que añadirles más leche
hasta cocerlas (la leche se añadirá a medida, según haga falta,
para no aguar las castañas).
Ya
cocidas, escúrranse bien, dejándolas sobre un tamiz; luego pásense
por el tamiz, operando deprisa para que el puré resulte más fino.
Recójase
bien todo lo pasado, añádase al puré la mantequilla y el azúcar
y trabájese el conjunto hasta obtener una pasta fina, quedando hecha
para poder emplearla según indicación de la receta.
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